La Mujer del Mar
Rebeca conocía muy bien la rutina del Domingo, su padre llegaría a casa alrededor de las 11 de la mañana y las trataría, a su madre y a ella, con total distancia y frialdad. El distanciamiento era el mismo del lado de Lucía, su madre, quien decidió no sentir más tristeza y rabia, y comportarse con el mismo desinterés hacia su esposo y su hija. Incluso Rebeca había perdido ya todas las ganas de acercarse a Ricardo. Sabía que de hacerlo recibiría sólo una mirada fría, vacía sin emoción y eso la entristecía. La niña recordaba aún cuánta alegría le causó su padre cuando le contó que empezaría a entrenarse para correr olas como hacían los chicos que veían cuando paseaban juntos por el malecón de Miraflores. ¿Cómo esa emoción pudo transformarse en ese infierno triste que vivía ahora en su casa? A sus 8 años no podía entenderlo y no lograba aceptarlo. No lo había comentado a nadie, pero coincidentemente, desde los primeros días en que Ricardo comenzó su rutina de ir a la Costa Verd...